Y así fue como, intentando descifrar qué tipo de personalidad tenía el árbol que me estaba mirando, me di cuenta de que no era un individuo -pensamiento propio del individualismo humano- sino que cada uno es una expresión distinta de muchos seres, de todo tipo de diversidades, orígenes y características, habitando como un todo en forma de flora frente a nuestra percepción. Creo que esa parsimonia sólo se obtiene después de haber cursado todas las vidas y males posibles, de existir como una de las formas de expresión más perfectas dentro de este universo. El paraíso, como le llaman.