A veces creo que tengo un pegamento tipo poxipol en el alma pa las cosas buenas, y de tanto aspirar el tolueno me empiezo a creer dueña del pasado porque siento que me pertenece -y todo bien, siento que me la puedo y lo disfruto y hasta me jacto de aquello alardeando mis bellas historias con el resto- pero llega un momento en que algo me trae de golpe al presente y ahí empieza a hacer corto circuito el imaginario. Porque lo que tenía ya no lo tengo más, no me pertenece en lo más mínimo, porque ese sentido de pertenencia ya no quiero que exista en mi, porque me di cuenta de que nada es mío, nunca lo fue, y que los momentos solo son prestados, para vivirlos y pasarlos, compartirlos, despegarlos de nosotras e ir viviendo y construyendo momentos nuevos que serán igual de hermosos, diferentes pero hermosos, y para eso primero tenemos que saber dejar atrás los que ya vencieron y aprender a disfrutar esa eterna nostalgia que siempre estará mientras tengamos a la traviesa memoria que no descansa ni los feriados. Amén.