Estoy aquí
frente a mi salida, la cual nunca he podido descifrar del todo. Siempre he
estado ahí en la mitad, sin saber si salir o seguir adentro de mi burbuja la
cual no me molesta tampoco. Tengo ganas de conocerlo todo, de explorarlo todo,
de equivocarme y seguir aprendiendo eternamente, tengo todo para emprender ese
viaje, cobijo y protección, pero aún así me da miedo. Es ese miedo de salir de
la seguridad para encontrarte con lo incierto, con el riesgo, con el mundo
real. Mi rostro también está borroso, en parte por la suciedad del espejo, en
parte por la inseguridad de mi misma que no me deja siempre mostrarme como soy.
Y así veo el mundo a ratos, como borrado, como si nada de lo que pasa fuera de
verdad. Pero así debe ser la vida supongo, nada es tan prolijo como debería, ni
la vida, ni las caras, ni la muerte, ni los espejos. Y de eso se trata todo
esto. Y eso es lo que comprendo y vuelvo a comprender al otro día.
“Lo que pasa es
que me gustan las fotos encuadradas, debe ser uno de los graves problemas de mi
vida... Porque todo deriva a algo, todo pasa por algo.”
Esto es algo que
escribí hace 5 años más o menos, cuándo todavía no sabía casi nada de la vida,
menos de fotografía, y aquí estoy ahora, sin cambiar en lo más mínimo mi forma
de ver el mundo.